Una niña encontró un pequeño gatito. La niña lo amó desde el primer momento. Pero poco tiempo después, la familia adoptó un gato de raza costosa y decidieron llevar al pobre gatito a casa de la abuela. Desafortunadamente, a la abuela no le gustaban los gatos.
La anciana no quería al gato, apenas lo dejaba entrar a la casa y casi no lo alimentaba. Un día, el gato desapareció, y la abuela se alegró por ello. Unos días más tarde, lo encontraron en la caseta de un perro al final del pueblo.
Los dueños del perro quedaron muy sorprendidos al ver al gato en la caseta. El perro era muy grande y ladraba ruidosamente a todo el mundo. No solo ladraba a las personas, sino también a otros perros que pasaban por su vista. Nadie podía acercarse al patio.
Lo más curioso fue que este enorme perro, al que todos temían, había acogido al gatito. Lo calentaba con su cuerpo, comían del mismo plato y compartían el mismo espacio. Después de muchas dificultades, el pobre gatito encontró refugio, un amigo y un protector.