Un día, una mujer llamada Joséphine viajaba por un país, pero por casualidad vio a un niño en la calle que estaba solo, apenas caminaba y estaba cubierto de polvo. El niño estaba desnudo y agotado, sus huesos eran visibles.
Era evidente que el niño estaba desnutrido y deshidratado. Este niño no era ordinario, era tan pequeño que los habitantes del barrio lo llamaban «sorcerer» (hechicero).
La mujer, que era trabajadora humanitaria, encontró al pequeño que había sido rechazado por todos. Como el niño había sido etiquetado como hechicero, por eso estaba solo, sin familia y en la calle.
La mujer comenzó a alimentarlo y a darle agua. Ella salvó la vida de este niño. La mujer no dejó al pequeño y lo llevó a la Fundación Africana para la Educación y el Desarrollo de la Ayuda Infantil.
Allí, el niño fue amado y tratado con cuidado y atención. La mujer adoptó al pequeño, salvando su vida.
